Miguel Ángel Ramos
La lucha contra la
obesidad infantil y las enfermedades que genera en México ha tomado un nuevo
rumbo con la reciente prohibición de la venta de comida chatarra en las
escuelas.
De acuerdo con la Encuesta
Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut 2020-2023), el 37.8 por ciento de las
niñas y niños entre 5 y 11 años presentan sobrepeso u obesidad, al igual que el
42.5 por ciento de los adolescentes entre 12 y 19 años.
El mismo estudio
reveló que 98 por ciento de las escuelas vendían comida chatarra, 95 por ciento
bebidas azucaradas y 79 por ciento refrescos. Mientras que en 77 por ciento de
escuelas hay venta externa de comida chatarra y en 25 por ciento más hay
publicidad de estos productos.
Dos terceras partes
de la población escolar y adolescente consume más de 10 por ciento de su
energía diaria en azúcares, lo cual rebasa la recomendación de la Organización
Mundial de la Salud; además de que solo uno de cada cuatro consume frutas y
verduras.
Por ello es
importante esta medida para retirar alimentos ultraprocesados. Estos enemigos
silenciosos van de la mano germinando en enfermedades como la diabetes y la
hipertensión.
Es un primer gran
paso que debe ir más allá.
En el país hay un
37 por ciento de personas adultas con obesidad y, en las últimas dos décadas,
este padecimiento aumentó 78 por ciento entre los hombres, asociado en buena
medida al alto consumo de bebidas calóricas industrializadas, como refrescos y
alcohol.
Por eso, para que
esta medida trascienda como un verdadero cambio en la salud pública infantil,
es esencial que no se quede en un mero paliativo y trascienda las escuelas para
convertirse en una forma de vida en lo laboral y fam iliar.
Se requiere una
estrategia integral que incluya educación nutricional desde temprana edad,
promoción de la actividad física y la creación de entornos que faciliten el
acceso a alimentos saludables dentro y fuera de las escuelas y los centros de
trabajo.
Solo así se podrá
garantizar el desarrollo integral de las futuras generaciones y combatir
eficazmente la epidemia de obesidad que afecta a nuestro país.
También se necesita
una campaña permanente de educación nutricional para padres, madres de familia
y cuidadores de los niños, niñas y adolescentes, así como implementar programas
de educación nutricional dirigidos a éstos mismos y hacia docentes y directivos.
Y, sin duda, es
urgente mirar al campo, apoyar a los productores y las cadenas de producción y
distribución para garantizar cultivos saludables, de calidad y accesibles a las
familias, para que no exista el comentario común de que es más fácil comprar un
pastelito que un kilo de verdura.
En todo esto también hay un reto para las empresas dedicadas a la elaboración de los alimentos ultraprocesados. Tiempo de renovarse.